viernes, 19 de junio de 2015



¿Cómo podemos aprender a regular nuestras emociones?
Las habilidades básicas para un adecuado control emocional son:
  • Percepción, comprensión y análisis de las emociones.
  • Dotar de información y estrategias para identificar las emociones y comprendan las relaciones entre las emociones y las situaciones en las que se producen.
  • Expresión emocional.
  • Aprender habilidades para expresar los sentimientos y las necesidades asociadas a los mismos.
  • Regulación emocional.
  • Dotar de pautas para aceptar los estados emocionales positivos y negativos y proporcionar técnicas de control emocional para regular las emociones sin exagerarlas o evitarlas.
     

¿Es posible enseñar a los niños a regular sus emociones?

La mayor parte de las conductas se aprenden, sobre todo de los padres, de los profesores y de las personas que rodean al niño. Para conseguir que el niño aprenda a manejar adecuadamente sus emociones es necesario que los padres y profesores cuenten con la suficiente información como para poder regular y controlar sus estados emocionales y facilitar que los niños los aprendan y desarrollen.

Emociones y estados de ánimo
Las emociones (como ira, tristeza) se diferencian de los estados de ánimo (como la depresión) en que los estados de ánimo suelen durar más y no se suelen relacionar con un suceso concreto, mientras que las emociones suelen estar relacionadas con una situación específica que la ha desencadenado y suelen dar lugar a una respuesta conductual. Los estados de ánimo son más difusos y, aunque también pueden dar lugar a respuestas contractuales, como la retirada o el aislamiento social, son respuestas más amplias e in específicas.
Las emociones se distinguen también de otros impulsos motivacionales como el hambre, la sed o el dolor. La diferencia es que las emociones se despliegan con una mayor flexibilidad y tienen un rango mucho más amplio de objetivos (el hambre está relacionado casi exclusivamente con la falta y necesidad de comida, mientras que la ira, por ejemplo, puede estar relacionada con una gran variedad de situaciones diferentes).

jueves, 18 de junio de 2015

sabes que todas las emociones son contagiosas


Las emociones son como un virus 
Tanto las buena vibración como la mala se contagia tan rápido como los virus de un resfriado, según apunta David Goleman en su libro Inteligencia social, donde menciona una serie de estudios que confirman que existe este contagio emocional. Uno de esos estudios demostró cómo las personas sometidas al experimento se iban contagiando de las emociones que veían en las fotografías, que se les mostraban, o de los individuos que entraban en contacto con ellas.
Todos podemos ser portadores y transmisores de estas emociones, aunque no siempre somos conscientes de ello. Hay que personas con habilidad para contagiar su tristeza, su mal humor, su envidia o egoísmo, al igual que hay otras capaces de impregnarnos de su entusiasmo e ilusión por la vida. Lo que sí nos resulta más fácil de identificar son los efectos que los otros dejan en nosotros.
Digamos que lo acertado sería saber protegerse de quienes son capaces de contagiarnos sus emociones negativas, lo hagan intencionadamente o no, y de compartir más tiempo con quienes irradian energía. Pero no siempre las emociones negativas son tan dañinas o inútiles para nosotros. Las emociones negativas, en su justa medida, también tienen su utilidad. 
Pensemos en el miedo. Desde épocas ancestrales, sentir miedo nos ha protegido de depredadores y enemigos. La ansiedad es imprescindible para superar determinadas situaciones adversas, para reaccionar contra ellas para mantenernos en alerta o tensión. El dolor o la tristeza se pueden utilizar como trampolín para superar una situación.
Lógicamente, lo sano no es vivir de las emociones negativas, de hecho es importante controlar el tiempo que esas emociones están con nosotros. De ahí que, igual que necesitamos protegernos de ellas, también necesitamos establecer mecanismos para alejarnos de aquellas personas que son capaces de contagiarnos su ira, rabia o angustia y crearnos malestar.
Por otro lado, mostrar las emociones positivas siempre es más agradable, al igual que recibirlas porque se genera un ambiente más grato que beneficia a todos. De ahí, que sea más favorecedor rodearse de personas que nos hacen bien, que nos recargan de energía, que de aquellas que nos la arrebata. Si nuestro objetivo es disfrutar y ser felices en la vida, tendremos que intentar rodearnos de aquellas personas que nos ayudan a conseguir esa meta.

miércoles, 17 de junio de 2015


¿Qué son las emociones? 

Las emociones o sentimientos son parte de nuestra vida y nos proporcionan la energía para resolver un problema o realizar una actividad nueva. En definitiva, actúan como resortes que nos impulsan a actuar para conseguir nuestros deseos y satisfacer nuestras necesidades. 
Algunas de las reacciones fisiológicas  que desencadenan las emociones son innatas, mientras que otras pueden adquirirse. Unas se aprenden por experiencia directa, como el miedo o la ira, pero la mayoría de las veces se aprende por observación de las personas de nuestro entorno.



¿Cuáles son las emociones básicas?
Las emociones se clasifican en positivas y negativas en función de su contribución al bienestar o al malestar.
Todas ellas cumplen funciones importantes para la supervivencia.
MIEDO: Lo sentimos ante un peligro (real o imaginario). Permite evitar un peligro y actuar con precaución.
SORPRESA: Sentimos sobresalto o asombro ante un ruido fuerte o ante una situación inesperada. Es un sentimiento que nos ayuda a orientarnos ante una situación nueva.
AVERSIÓN: Sentimos disgusto o asco hacia aquello que tenemos delante. Nos produce rechazo y solemos alejarnos.
IRA: Aparece cuando las cosas no salen como queremos o nos sentimos amenazados por algo o alguien. Resulta de utilidad cuando impulsa a hacer algo para resolver un problema o cambiar una situación difícil.
ALEGRÍA: La sentimos cuando conseguimos algún deseo o vemos cumplida alguna ilusión. Proporciona una agradable sensación de bienestar, de seguridad y energía.
TRISTEZA: Aparece ante la pérdida de algo importante o cuando nos han decepcionado. Nos motiva a pedir ayudar.






Emociones básicas y emociones sociales


Emociones básicas
Grandes personajes de la historia como Descartes o Darwin, señalaron la existencia de emociones básicas, siendo abordado este tema desde múltiples argumentos provenientes de diferentes disciplinas. Pero quizás haya sido Ekman el autor que más ha defendido el carácter básico de algunas emociones a partir de sus características expresivas. Así reconocemos un pequeño grupo de emociones básicas: la ira, la tristeza, la alegría, el miedo, la sorpresa y el asco.
Estas emociones son formas genética-mente determinadas de respuesta a estímulos del entorno, es decir, son innatas y universales. Cada ser humano las posee dentro de su repertorio emocional, relacionándose cada una de ellas con un determinado correlato fisiológico.
Emociones sociales
Este tipo de emociones se desarrollan en un contexto de aprendizaje determinado, donde existen ciertas normas de socialización que favorecen y delimitan el desarrollo de dichas emociones. Entre ellas podemos encontrar a la vergüenza, la culpa, la aversión, la indignación, la envidia, etc.
Las emociones sociales son por lo tanto, combinaciones y modulaciones de las emociones básicas que han sido experimentadas y aprendidas por la persona.



La importancia de la regulación emocional

Muchos de los problemas a los que nos enfrentamos diariamente están afectados por fallos en los procesos de regulación de las emociones, teniendo consecuencias tanto personales como sociales, alterando en ocasiones nuestras rutinas diarias. Por ello es importante que aprendamos a desarrollar procesos de regulación emocional, es decir, aquellas capacidades que nos permitan manejar de una forma adecuada nuestras emociones ante las diferentes situaciones, como una expresión emocional adecuada a lo sucedido, la regulación de la impulsividad, el desarrollo de la tolerancia a la frustración y perseveración en el logro de nuestros objetivos, así como la capacidad de saber discriminar entre recompensas inmediatas y recompensas a largo plazo, entre otras.